TO - 28 - C / Lc 17, 11-19

 



Lc 17, 11-19
Tiempo Ordinario, domingo 28, Ciclo C        9/10/22

Comienzo de la tercera sección del camino discipular hacia Jerusalén

 

Si el domingo anterior, 27 del TO, giraba alrededor de las expresiones “auméntanos la fe” y “no somos más que unos pobres siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”; en este domingo 28 del TO, Jesús Maestro continúa formando a sus discípulos en una experiencia de fe que abre a la salvación. Este pasaje de hoy también es un texto propio del evangelio según san Lucas.

 

El v. 17, 11, haciendo referencia explícita al camino a Jerusalén, marca el comienzo de la tercera y última parte de esta subida a la ciudad santa en la que el Maestro enseña a sus discípulos. 

 

Recordemos que, en 9, 52 (domingo 13 del TO), Jesús toma la decisión de subir a Jerusalén e inicia este itinerario de formación de discípulos; y 13, 22 (domingo 21 del TO) marca el comienzo de la segunda parte del trayecto. 

 

Este recorrido formativo terminará en el capítulo 19 de Lc (domingo 31 del TO); ya en Lc 19, 18-ss Jesús está en las postrimerías del recorrido entrando en la ciudad.


La geografía lucana

 

El texto comienza dibujando, para nosotros los lectores, un espacio geográfico: Jesús pasaba por el medio (literalmente) entre Samaría y Galilea. Es decir, estaba en la frontera entre estas dos regiones.

 

Teniendo en cuenta la duración del recorrido y la descripción de la zona en que se encuentran, vemos que es evidente la imprecisión geográfica de Lucas, quien probablemente no conocía estas tierras. Esto les muestra a los exegetas que el viaje a Jerusalén es un argumento literario de Lucas en función de la teología que está desarrollando en su evangelio.

 

En 9,52-56, Lc había hablado de la mala acogida de una aldea samaritana al comienzo del viaje; sin embargo, aquí un samaritano es modelo de fe (como también tiene una función paradigmática “el buen samaritano” de Lc 10, 29-37).

 

Esta contextualización geográfica explica que al menos uno de los leprosos fuera samaritano; suponemos que el resto del grupo era de galileos. De esta manera, Lucas anticipa la buena acogida del mensaje de Jesús por parte de los samaritanos en Hch 8.


Limpiar y purificar de la exclusión social: restablecer la dignidad

 

Estando en una cierta aldea (aquí a Lc no le interesa precisar el nombre del lugar), un grupo de diez leprosos varones salen al encuentro de Jesús. Sin embargo, se paran a distancia y desde allí levantan la voz

 

Es importante considerar lo que la lepra (el término viene del griego), representa, no tanto como la enfermedad exacta que tendrá este nombre posteriormente en la historia de la medicina, sino como cualquier enfermedad de la piel (visiblemente repulsiva y contagiosa).

 

La lepra, como las enfermedades en general, se asociaba a una situación de impureza moral. Era motivo de discriminación y segregación: se apartaba al enfermo, sacándolo de la población, pensando más en proteger de una contaminación a los habitantes que en atender y aliviar al leproso. 

 

Así pues, la lepra representa exclusión de todo aspecto de la vida de la comunidad, e implica por tanto una alteración de la dignidad personal. 

 

Como se consideran impuros, estos diez leprosos no deben aproximarse, y por eso -a distancia- gritan a Jesús que tenga piedad (compasión, misericordia) de ellos. De esta manera, no son sanados en ese lugar, sino cuando van de camino, obedeciendo a la palabra de Jesús que los envía a presentarse a los sacerdotes (literalmente: “a mostrarse”).

 

El libro del Deuteronomio, y sobre todo el libro del Levítico, nos da las pautas para comprender las medidas cultuales y sociales tomadas con los leprosos (y la función del sacerdote). Dt 24, 8-9; Lv 13, 1-46; y Lv 14, 1-32: son los sacerdotes quienes deben declarar oficialmente puro al leproso que se ha recuperado, y ofrecer un sacrificio por su purificación.

 

En este caso, Jesús no sana tocando, sino con su palabra. Los leprosos confían en su palabra y  le obedecen.


Un proceso de conversión: purificar, sanar, salvar


El grupo de leprosos llama a Jesús con un término griego muy querido por Lucas: epistates (que traducimos por maestro). En el Nuevo Testamento, sólo el evangelio de Lc lo utiliza; mientras los otros evangelios para llamar a Jesús “maestro” prefieren didaskalos rabí. 


Pedro, por ejemplo, llama a Jesús epistates en 5,5, cuando la pesca milagrosa; o en 8,26 los discípulos durante la tempestad. Es decir, referirse a Jesús como epistates/maestro supone confianza en la fuerza y el poder de su palabra.


A partir del versículo 15, después de que los leprosos quedaron limpios, sucede algo muy interesante desde el punto de vista narrativo. Es como si la cámara cinematográfica de Lucas se detuviera en un leproso en particular, quien viéndose curado se da media vuelta. 

 

El verbo griego es hypostrepho (regresar, volver, retornar). La acción de volver y regresar, de retornar es, con mucha frecuencia en la Biblia, una imagen de conversión. Este leproso se convierte, regresa, dando gloria a Dios (el verbo es doxazon: glorificar); y el texto explicita que lo hace con voz alta (gritando, aún más fuerte que cuando pidieron al Maestro compasión).


Literalmente el texto nos dice que este leproso sanado “cae sobre su rostro a los pies [de Jesús] agradeciéndole; y éste era samaritano”.

 

El narrador focaliza nuestra mirada en el proceso de este personaje:

  • Va de camino con los demás del grupo.
  • Ve que ha sido sanado.
  • Da media vuelta, regresa, se convierte.
  • Glorifica a Dios por su curación / a los pies de Jesús le agradece.

 

La conclusión del relato la pone Lucas en palabras del mismo Jesús:

  • ¿No quedaron limpios los diez? ¿Los otros nueve dónde están? Jesús, en el v. 18 se refiere explícitamente, usando la forma retórica de la pregunta, a que los otros no hicieron el proceso interno de volver (convertirse): usa de nuevo el mismo verbo (hypostrepho): sólo este extranjero ha regresado a dar gloria (doxa) a Dios.
  •  El término extranjero (allogenés) literalmente es de otra raza. El hecho, pues, de que este extranjero sea un samaritano es muy llamativo, pues eran considerados medio paganos, no poseedores plenamente de la fe de Israel.
  • Jesús le dice: levántate, vete (sigue tu camino), tu fe te ha salvado.

Esta espléndida narración de Lucas fue compuesta, probablemente, para animar, impulsar y formar a los discípulos de la primera comunidad cristiana. Hoy, evidentemente, los discípulos que aprenden de Jesús Maestro somos nosotros.


La liturgia de este domingo nos invita entonces a pedir al Espíritu Santo que la enseñanza discipular de Jesús se haga Palabra viva para nosotros hoy. 


¿Cómo disponernos en cuanto discípulos de Jesús a una experiencia de fe que nos abra a la salvación? ¿Qué proceso de conversión (de volver para glorificar y agradecer la acción sanadora del Señor en nuestras vidas) podemos hacer?


Alesouri, Sch.P

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