TO - 23 - C / Lc 14, 25-30
Lc 14, 24-30
Tiempo Ordinario, domingo 23, Ciclo C 4/09/22
Jesús no sólo está formando, mientras caminan a Jerusalén, al círculo íntimo de sus 12 discípulos. En el pasaje de hoy, Lucas nos dice que mucha gente también lo sigue (y la imagen de discipulado en este texto es "seguir", "caminar detrás de él"; por eso, aquí, Jesús Maestro se voltea y los ve: lo están siguiendo).
Que Jesús Maestro vea que los doce y otras muchas personas lo siguen, lo induce a plantearnos directamente qué es el discipulado, y qué implica para los que quieren asumirlo.
En el versículo 26, Lucas usa un término que, tomado la pie de la letra, molesta a nuestra sensibilidad. Es, en griego, "miseo" (odiar): "si alguno no odia a su padre, a su madre...". Una magistral nota de Zerwick nos clarifica esta expresión: "la oposición de dos antónimos (en las lenguas bíblicas) puede no ser más que un intenso modo de expresar un grado elevado y otro menor; así odiar aquí equivale a amar menos". Por eso, algunas traducciones, para suavizar, dicen: "posponer".
¿En qué consiste entonces el discipulado? ¿Qué aspectos del discipulado destaca Jesús Maestro en el evangelio de la eucaristía de hoy?
Lo característico del discipulado evangélico es seguir a Jesús, ir detrás de él, hacer camino con él.
La persona de Jesús es el valor máximo. Otras realidades, como la familia, o incluso la propia vida, es algo relativo; por supuesto no porque carezcan de valor o porque Jesús las menosprecie, sino porque Jesús como valor máximo le da sentido a todo lo demás.
El discipulado como seguimiento de Jesús implica asumir la propia cruz.
Relativizar la propia vida y la familia, asumir la cruz, y renunciar a los bienes son tres aspectos que van en paralelo.
Como estrategia de enseñanza, Jesús recurre aquí a a dos preguntas, que después de ser formuladas y explicadas por él dan lugar a sendas conclusiones (una en el v. 28; y otra en el v. 31).
Podemos tomarlas como dirigidas hoy por Jesús a nosotros, sus actuales discípulos.
La pregunta por la terminación de la torre nos lleva a "calcular"; es decir, a discernir y a plantearnos con seriedad nuestra capacidad por asumir plenamente el discipulado hasta el final. Lo que viene reforzado por la pregunta por el número para enfrentar al rey: nos lleva a deliberar nuestros recursos para afrontar el seguimiento.
Estos planteamientos nos recuerdan "los tres binarios" de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio; que nos hacen, antes de "la elección", calcular y deliberar sobre la capacidad de dinamizar la voluntad y la libertad para optar por el seguimiento de Jesús.
Alesouri, Sch.P