TO - 20 - C / Lc 12, 49 - 53


 

Lc 12, 49-53

Tiempo Ordinario, domingo 20, Ciclo C    14/08/22

Las palabras del evangelio de hoy, en las que Jesús nos habla de traer fuego a la tierra, de pasar él mismo por un bautismo, de discordias y divisiones, nos pueden resultar extrañas y desconcertantes.

 

¿Cómo entender que Jesús diga que no vino a traer la paz a la tierra cuando en Lc 2, 14 esa paz ha sido prometida por los ángeles en Belén, y en Lc 24, 36 el Resucitado la promete a los discípulos?

 

En su sabiduría, la liturgia de la Iglesia nos presenta en la primera lectura (tomada de Jer 38, 4-10) un buen ángulo de aproximación a este pasaje evangélico. 

 

La liturgia nos invita a ver a Jesús, inspirados en la figura de Jeremías, como el profeta que sufre; rechazado y sentenciado a muerte por su mismo pueblo, por haber sido fiel a la vocación que el Señor le dio. En efecto, ya en Lc 4, 24 se nos había dicho que Jesús no es bien acogido en su tierra; y además sabemos que él va de camino (con sus discípulos) hacia Jerusalén (Lc 13, 34 especifica que es la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados).

 

De esta manera, las palabras desconcertantes de Jesús se nos aclaran cuando las situamos en la perspectiva de la pasión (recordemos que el Maestro está formando a los discípulos mientras van de camino a Jerusalén, el centro geográfico y teológico de la obra de Lucas -su evangelio y el libro de los Hechos- donde Jesús pasará por el bautismo de la Cruz, donde será sumergido -pascualmente- en las aguas de la muerte y la resurrección).

 

Jesús Maestro les confía a sus discípulos que desea que ese fuego que vino a traer estuviera ya encendido (el término thelo en griego es querer, desear, proponerse). Y hablando del bautismo con el que será bautizado dice que “está angustiando” hasta que se cumpla. La palabra griega synejo, que aquí algunos traducen por angustiar, tiene el matiz de “estar bajo presión”. Y así se siente Jesús hasta que se cumpla, se realice o finalice (teleo), en la pasión, su misión.

 

Las palabras de Juan Bautista en Lc 3,16 se habían referido a que Jesús nos bautizará con Espíritu Santo y fuego. Los exegetas ven en el fuego un elemento que expresa “juicio”; pues, o aniquila o purifica. Nos ayuda, entonces, a seguir aclarando el panorama de este pasaje, situarlo en la crisis que la pasión de Jesús supuso para los discípulos y comunidades de aquel entonces; y que sigue suponiendo también para nosotros.

 

Lc 2, 34-35 nos muestra las palabras de Simeón refiriéndose a Jesús como signo de contradicción. La pasión de Jesús nos hará tomar partido, más allá de nuestros grupos básicos de referencia (como la familia).

 

El sustativo diamerismós y el verbo diamerizo en griego significan: 

  • división, discordia, disensión; 
  • distribuir, dividir, discrepar, oponerse. 
Así pues, sin quitar el valor de la familia como grupo natural de referencia (con la enorme importancia vital que tenía en la cultura mediterránea y semita del siglo I) nuestro texto de hoy es claro en mostrar que el anuncio del Reino hecho por Jesús pasa por el baño/bautismo de la pasión, por el fuego/don del Espíritu, llevándonos incluso al conflicto con los que no acogen el Reino.

 

Jesús es el mensajero por excelencia de la paz 

(pero no una paz fácil y superficial); 

sino la que brota de la muerte en cruz; y por supuesto, de la resurrección: 


la paz como fruto de la llegada del Reino de Dios.


Alesouri, Sch.P

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