Tercer Domingo de CUARESMA, Ciclo A / Jn 4,1-42



Tercer Domingo de Cuaresma 

Ciclo A   /   Jn 4,1-42

El agua viva 

En el primer domingo de cuaresma aprendimos de Jesús a ser hijos de Dios contrastando nuestras pruebas en los desiertos de la vida, apoyados en la Palabra de Dios. En el segundo domingo, Jesús nos condujo a la montaña alta para contemplar su rostro lleno de luz, y abrirnos internamente también nosotros a la luz. En este tercer domingo, iniciamos una tríada catequética tomada del evangelio de Juan, para proseguir el camino cuaresmal, y revitalizar así nuestra vocación bautismal.

 

El pasaje de la mujer de Samaría nos llega en cuaresma como una bendición; como una puerta que nos abre a muchas gracias. Es un texto largo, con muchos elementos internos, que nos exige una lectura atenta y un studium minucioso de sus partes, para no perdernos en su complejidad, sino, por el contrario, para enriquecernos con la abundancia de su mensaje.

 

Ocho claves pueden ayudarnos a entrar mejor en este hermoso pasaje.

 

1.     Jesús tenía que pasar por Samaría.

Este “tenía” no es geográfico, pues para ir del sur (Judea) al norte (Galilea), había otras rutas. “Tenía” que pasar por Samaría, pero entendido entonces teológicamente. El evangelio de Juan quiere recalcar que la misión de Jesús también incluía a los samaritanos. Es probable que este texto quiera hacer alusión al surgimiento de una gran comunidad cristiana en esta región después de la resurrección de Jesús.

Sabemos que los judíos miraban mal a los samaritanos, pues los consideraban medio paganos por haberse mezclado con otras razas. Los samaritanos no acogían completamente la biblia hebrea, y no iban devocionalmente a Jerusalén y al templo.

También es probable que en la trasmisión textual el término “Sicar” sea una palabra que quedó mal escrita; y que realmente debería decir “Siquem”.

 

2.     El campo y el pozo de Jacob.

El pozo es de vital importancia en las ciudades y poblados bíblicos. Buena parte de la convivencia social se realiza allí. A este lugar llegaban los visitantes para obtener información. Jesús llega a la hora sexta; es decir a pleno medio día. El narrador enfatiza así el calor y la sed de este caminante. Jesús tiene sed, y pide de beber; como el pueblo en el desierto (Ex 17,2).

Este terreno lo había dado Jacob a su hijo José (Gn 48,22 y Jos 24,32).

La conversación entre Jesús y una mujer en el pozo evoca necesariamente el tradicional cortejo entre hombre y mujer con fines matrimoniales del que habla expresamente la Escritura: por ejemplo, en Gn 24 (Jacob con Raquel); y en Ex 2 (Moisés con las hijas del sacerdote de Madián).

La samaritana ha tenido varios hombres (esposos o amantes). Quizás el hecho de que hayan sido 5 recuerda la cita de 2 Reyes 17,33, que alude al fuerte sincretismo religioso de los samaritanos que tenían allí lugares de culto para 5 divinidades.

Los amantes como símbolo de idolatría y adoración de otros dioses conectan este texto de la samaritana con la mujer infiel (con otros amantes y dioses) de Oseas 2.

El dibujo que hace de ella el relato es, entonces, el de una mujer infiel/idolátrica, con otros amores; y Jesús a través de la relación con ella le hará descubrir el amor verdadero.

 

3.     La técnica del malentendido.

Esta técnica es propia del evangelio juaneo. Intencionalmente Jesús permite un malentendido en los planos de significación, dejando que su interlocutor entienda las expresiones en un sentido común, para plantear un sentido más profundo.

El agua viva en un primer nivel semántico es el agua que corre, que no está estancada en el aljibe. Y Jesús se vale del malentendido para una catequesis sobre el bautismo: el agua viva que salta en el interior y que quita definitivamente la sed.

A partir de esta conversación, la samaritana reconoce un primer rasgo de la identidad de Jesús: reconoce en él un aspecto patriarcal al compararlo con Jacob.

 

4.     El diálogo sobre la realidad de la mujer.

El pasaje nos ha dejado claro desde el comienzo que el diálogo entre Jesús y la mujer es en privado, con el respectivo matiz de intimidad (explícitamente el texto dice que los discípulos se fueron a la ciudad a comprar alimentos).

Esta conversación ha sacado a relucir la historia de vida de esta mujer: su situación personal de varios hombre o amantes (=divinidades+su condición samaritana).

Aparece así un segundo reconocimiento por parte de la mujer de la identidad de Jesús: es un profeta.

 

5.     Un nuevo culto.

El ministerio de Jesús en esta región de samaritanos le permite al evangelio de Juan tocar un aspecto muy importante de la teología joanea: el verdadero culto, la auténtica adoración.

¿Es en el monte Garizín y el pozo de Jacob como los samaritanos? ¿O en el templo, en Jerusalén, como los judíos?

Jesús es directo: la verdadera liturgia (adoración) es “en espíritu y verdad”. Muchos analizan estos dos términos por separado como dos rasgos diferentes de la adoración al Padre. Considero más oportuna la observación de Brown quien ve en este sintagma una “hendíadis”; es decir, una única proposición o concepto que formalmente se descompone en dos a través de la conjunción. Literalmente este término hendíadis que viene del griego, significa uno en dos. De tal forma, que “en espíritu y verdad” equivale a “el espíritu de la verdad”.

Jesús nos hace entender de una forma completamente nueva el verdadero culto al Padre.

Aparece así un tercer reconocimiento de la identidad de Jesús por parte de la mujer: se pregunta si Jesús es el Mesías.

 

6.     La mujer evangelizadora.

La relación de Jesús con esta mujer empieza a dar frutos. Ella deja el cántaro, va al pueblo, invita a ver a Jesús, da testimonio de lo que él ha hablado con ella, trasmite el aspecto mesiánico preguntándose por la identidad de Jesús.

 

7.     Diálogo con los discípulos.

El narrador compone una nueva escena con el regreso de los discípulos a partir de una conversación entre Jesús y ellos.

Del tema del agua para beber, se pasa al del alimento para comer.

Esto posibilita que aparezca otro elemento de la teología del evangelio de Juan: el verdadero alimento de Jesús es hacer la voluntad del Padre; y llevar a término su obra.

Una imagen que sobresale en esta parte es la del trabajo de la siembra y la cosecha, que expresa bien la labor apostólica de esparcir la semilla del Evangelio. Probablemente se alude así a la acción evangelizadora en esta región samaritana que dio fruto en el surgimiento aquí de comunidades cristianas.

 

8.     La comunidad de los samaritanos.

La última parte de nuestro texto nos da pistas sobre la dinámica de la construcción de esta comunidad.

El inicio es el testimonio de la mujer, por el cual creyeron los samaritanos.

Luego Jesús se queda con ellos dos días, como respuesta a su petición explícita. El término griego es uno de los preferidos por san Juan: el verbo meno (permanecer). Tan frecuente en el cuarto evangelio: v.gr, los primeros discípulos (que estaban con Juan Bautista), fueron y “permanecieron” con Jesús.

Creyeron muchos más por su predicación.

Y, finalmente, el pasaje nos dice que ahora son ellos los que le hablan a la mujer: afirman que creen porque lo han oído; y le anuncian a ella que Jesús es el Salvador del mundo. Aparece así el cuarto reconocimiento de la identidad de Jesús: él es el salvador. 


Este aspecto de Jesús como salvador es el culmen cristológico de nuestro texto.

Alesouri, Sch.P

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